La vida monástica, iniciada en oriente, llego también a
occidente. Así, después de su conversión, San Agustín, obispo de Hipona, ciudad
del norte de África, creo una comunidad monástica, lo que favoreció la propagación
de la vida monacal en el mundo occidental. Pero quien más influyo en la difusión
y el crecimiento de la vida monástica fue San Benito de Nursia.
San Benito, nació en Nursia (Italia), hijo de una familia
acomodada. Estudio en Roma pero, siendo aún muy joven, decidió cambiar
radicalmente de vida y hacerse monje. Se retiró a una cueva de subiaco, no
lejos de roma, donde vivió con austeridad. Su fama atrajo a un buen número de discípulos
que bajo su guía formaron pequeños monasterios.
Más tarde, fundaron el monasterio de Montecasino, donde
San Benito vivió hasta su muerte. Allí escribió la conocida regla para monjes
que ordena y organiza la vida de los monasterios y de los monjes según el
estilo de vida de Jesús. La resumía en un lema "Ora et labora" es
decir, "Reza y trabaja".
La aportación religiosa y cultural de la orden
benedictina en Europa ha sido muy grande:
- Gracias a la acción religiosa y cultural de los monjes,
los pueblos germánicos, recién llegados al mundo de la civilización romana,
recibieron el ejemplo de un nuevo estilo de vida no basado en las armas ni en
las luchas, sino en el trabajo, el estudio, la oración y la organización y
estabilidad de la vida.
Por esta razón se llama a San Benito el padre de Europa,
pues fueron sus monjes quienes aglutinaron Europa, difundieron la cultura y la humanizaron,
en parte, las buenas costumbres de una sociedad fundamentada en la guerra.
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